Nº 1 Erotofanías
ISSN: 2007-2791
278 páginas
$ 220.00 MXN
Noticia editorial
¿Tendrá sentido hacer otra revista de psicoanálisis para un medio que sufre de los demasiados libros, como dice Gabriel Zaid, y que, para colmo, lleva por nombre una frase del habla popular mexicana que parece despistar? ¿Para qué? ¿Por qué?
me cayó el veinte nace del deseo de algunos de interrogar, frente a un público crítico, las ideas que surgen de la práctica y la reflexión psicoanalíticas. Si bien la intención inicial fue ofrecer algunas publicaciones periódicas que servirían para llenar diversos vacíos editoriales en español, la discusión y ponderación de estas ideas, así como el hecho de que, ciertamente, hay una literatura psicoanalítica que, con demasiada frecuencia, se queda en los cajones de los escritorios ante la falta de un espacio para su difusión, fueron modificando la propuesta. Así, presentamos ante ustedes este primer ejercicio: Erotofanías.
¿Por qué titularlo con un significante que no se encuentra en los diccionarios? Quizá, entre otras cosas, porque pretendemos ofrecer la posibilidad de que algo diferente permee: una lectura distinta sobre las cuestiones que ocupan a la école lacanienne de psychanalyse —por cuya ruta nos encaminamos— que invite, a su vez, a la fabricación de algunas respuestas; o de otras preguntas. Razón por la cual invitamos a nuestros lectores a enviarnos sus reflexiones: encontrarán un lugar de transmisión.
me cayó el veinte es nombre que, en principio, parece no tener mucho que ver con un proyecto de publicación psicoanalítico; y sin embargo, el habla popular mexicana hace caso de manera privilegiada de ese momento, en el transcurso de un análisis, en que algo, por caer, queda colocado de manera diferente. Si en el pasado, cuando existían los teléfonos que funcionaban con veintes, la frase en voz activa anunciaba la posibilidad de hablar, en voz pasiva da cuenta del momento subjetivo (¿subjetivante tal vez?) en el que alguien, alguno, uno, dice para sí mismo, a veces con alegría y a veces con dolor: “me cayó el veinte” asumiendo con ello una verdad que, hasta antes de ese momento, se escabullía.
El Zeitgeist que nos toca vivir —que en ciertos aspectos nos llega muy especialmente de los Estados Unidos— se juega en un mundo cada vez más occidentalizado que requiere una revisión extrema de sus categorías: la elp nos llama la atención hoy sobre un campo, el llamado gay and lesbian studies, en el que han caído veintes respecto a cuestiones erotológicas que competen al psicoanálisis.
El contenido del presente número se compone de tres secciones, mismas que podrán variar en cada entrega: un cuerpo principal con ensayos que ponen en juego algunas ideas con respecto al amor, por eso el título eros: eros y fanerós: hacer visible. Que cada quien saque sus conclusiones de lo que damos a ver. Este apartado contiene un artículo de Jean Allouch sobre la invención del objeto a y un análisis crítico de Juana Inés Ayala a algunas de sus posiciones sobre la erotología analítica; un ensayo de Danielle Arnoux que continúa su largo estudio sobre Camille Claudel y que pronto se reunirá con otros en forma de libro. Incluimos también un trabajo de George-Henri Melenotte quien propone un abordaje original sobre el problema de las drogas; la aportación de Guy Le Gaufey toca su lectura del seminario de Jacques Lacan: La angustia. Manuel Hernández presenta su punto de vista de los “Tres ensayos de teoría sexual” y, last but not least, Pola Mejía escribe un ensayo sobre la erotología de la muerte que encuentra su perspectiva en el México antiguo.
Una segunda sección resulta de cierta forma inaugural: como resultado de un seminario de la elp llevado a cabo en el transcurso de dos años en la Ciudad de México, teniendo como eje de estudio la vida y la obra de Oscar Wilde, algunos participantes culminaron su intervención con la producción de sendos ensayos. Encontraremos ahí trabajos de Rodolfo Marcos-Turnbull, Antonio Montes de Oca, Julio Hubard y Jorge Huerta. Hemos llamado a esta sección Dossier Wilde.
Por último, una reseña —mucho más que ello, una lectura minuciosa— de Marcelo Pasternac del libro de Jean Allouch: ¿Hola… Lacan? claro que no, recientemente editado por Epeele, bajo cuyo sello editorial publicamos me cayó el veinte. Además de ofrecer un número cada seis meses, incluiremos en cada uno de ellos un suplemento para suscriptores.
Convocar a un público cada vez más amplio es una de las tareas que nos proponemos: como suplemento al primer número, presentamos la traducción y la publicación, por primera vez en español, de un ensayo de Oscar Wilde: El retrato de Mr. W. H., con una curiosa historia editorial que podrá leerse en la presentación de la edición. A cien años de la muerte del gran poeta irlandés, es además un sentido homenaje a un espíritu cuya posición y vivencia de su sexualidad nos obliga a una reflexión que, por lo menos en México, ha estado ausente.
Una última palabra sobre la ilustración de portada: Cosas del corazón, corazón desnudo que la razón no sabe es una pintura original generosamente hecha ex-profeso para me cayó el veinte por José Luis García, pintor mixteco de Huajuapan de León, Oaxaca. Está hecha en papel de algodón y tintes naturales: grana-cochinilla, añil, tinta de huizache, flor de muerto y tierra rojo indio. Los caracoles, hermafroditas, iluminan al hombre y a la mujer. Nos dice José Luis García: «Mi pueblo tiene una historia y tiene una geografía; nuestras enseñanzas, normas y prácticas son el fundamento de nuestra tradición; son el apoyo a partir del cual yo converso con el mundo».
La moneda está en el aire; ¿caerá?